Después de las espantosas Operación cacería y Código: flecha rota, el cineasta chino John Woo empezó a honrar, en Estados Unidos, su fama de director de thrillers violentos made in Hong Kong. Cierto es que Contracara se toma su tiempo para levantar vuelo. Ver a John Travolta como Sean Archer, otro agente del FBI inmaculado e implacable, y a Nicolas Cage como Castor Troy, el villano cínico que trunca la vida del hijito de aquel con una bala destinada a abonar el odio del federal, no es precisamente el mejor augurio.
Pero más temprano que tarde el malo cae herido y es capturado. Poco antes había colocado una extraña y fulminante bomba en el centro de Los Angeles. El estado comatoso del psicópata le impide confesar, y un milagro quirúrgico aparece como el último recurso para evitar el desastre: "sacarle" la cara a Troy y cosérsela a Archer, para que se infiltre en la prisión haciéndose pasar por el otro e intente averiguar adónde está situado el explosivo. (Si el "intercambio de caras" le suena familiar debe ser porque vio aquel gran capítulo de Cuentos de la cripta protagonizado por William Hickey.) Por cierto que Castor se recupera, hurta la máscara de Archer de un frasco con formol y liquida a todos los testigos de la cirugía. A poco de andar, pues, el bueno y el malo han intercambiado sus roles... ante la sola conciencia del espectador.
Una estructura original se apodera en este punto del relato. El policía lleva todas las de perder –¡y sigue preso!– mientras el maleante descubre que su nueva posición le depara glorias aun mas plenas que su anterior oficio. Por cierto que para sostener la simulación le conviene refinarse. Y podrá vérselo desactivar la bomba, con lo que gana inmensa popularidad, infiltrándose en la cama de la señora Archer y, muy graciosamente, compartiendo cigarrillos y confesiones con la otrora rebelde hija del oficial. Las actuaciones se benefician doblemente con este esquema, ya que el cambio de papeles obliga a Cage, casi siempre sobreactuador, a contenerse, y habilita el vuelo de Travolta, que se convierte en un policía cool, comiquísimo, llamado a desorientar a propios y extraños.